“Primera atrocidad en celuloide”, según el propio director, en Multiple Maniacs Divine y su amante, Mr. David, son los propietarios de un espectáculo de feria que atrae inocentes a su carpa para ver “la cabalgata de las perversiones”: una mujer chupando el asiento de una bicicleta, un tipo refregando la cara en un corpiño, otra mujer que tiene un orgasmo mientras dos chicos vestidos con ropas sadomaso le pasan sus lenguas por las axilas, un tipo quema a otro con un cigarrillo en su espalda, uno que vomita y se come su propio vómito y, al final, la gran Divine, la atracción máxima.
Mientras que los personajes bizarros se entregan con placer a sus perversiones, un grupo burgueses respetables los observan asqueados, convencidos que los desviados son los otros, y no ellos que pagan para mirar.
En una escena antológica, Divine aparece primero insultando a su público amordazado y luego empieza a dispararles al azar (anticipándose a la actitud punk de despreciar a sus fanáticos por su incondicionalidad), para luego huir por las calles alucinando que es violada por una langosta gigante de papel maché y terminar siendo masacrada por el ejército, en una extraña alusión a Vietnam.
Inspirada por los crímenes del clan Manson, Múltiple Maniacs presenta no pocos problemas en su línea argumental y es desprolija en su estructura visual. Pero es brutal en su denuncia de la moral hipócrita y anticipatoria en su crítica a esa fascinación tan norteamericana por la violencia.